Educar es amar porque consideramos que la persona a quien educamos merece nuestro tiempo, nuestra atención y nuestro cuidado.
Si no corregimos a los niños con rotunda firmeza (nunca con violencia), si no alabamos sus logros, si no los instamos a que mejoren sus capacidades, no demostramos interés por ellos. Cada acción que realizamos con miras a educar al otro es un acto amoroso que fortalece nuestros vínculos. |